He adoptado a un gigante que llevaba meses abandonado en un orfanato para enanitos. Lo dejaron allí por error y su vida se había convertido en un calvario.
Era gordito y gracioso. Le gustaba que le llamaran Esteban, como el ahogado más bello del mundo de García Marquez.
Los domingos las familias adoptantes salían despavoridas del jardín, no había consuelo para calmar a los que buscaban a seres pequeñitos y se encontraban con el primo de Pantagruel.
Mi faro es un sitio perfecto. Está contento. Sonríe y me acaba de decir que tiene hambre....