
No se que extraña relación me une con los montañeros, es difícil de explicar pero es más fácil de entender.
Quizás no soy capaz de imaginar y sentir su pasión por llegar a la cima, cueste lo que cueste, con un sufrimiento que para mi no tiene precio. Un cansancio brutal, falta de fuerzas y de oxígeno, luchando contra la naturaleza que se revela como dueña y señora que sólo entrega su placer a unos pocos.
Esta vez el Annapurna se ha llevado a Tolo Calafat, y yo aún sin conocerlo, lo siento como si fuera un ser cercano, un luchador, un buscador de sueños más cerca del cielo.
Es terrible, es super triste, pero quizás "morir haciendo lo que te gusta y sacrificándote por ello, justifica el haber muerto".
Va por ti Tolo. Un abrazo.