
Me tiene que crecer el pelo pero las uñas se pueden quedar cortas. Necesito brazos y piernas largas para que la ropa no me arrastre por el suelo o tenga que subirme las mangas con 50 vueltas.
Y es que tras una semana extraña con un gran adiós y muchos encuentros con el pasado, mi cuerpo ha involucionado hasta el estado fetal, una forma de coger impulso para volver al nivel humano de normalidad.
Tal vez esto me ocurre cada noche, al cerrar los ojos sobre la almohada retrocedo hasta nadar en el líquido amniótico, allí descanso, duermo, y al amanecer evoluciono a la velocidad de la luz hasta tener mi forma justo cuando suena el despertador.
Cada mañana al despertar no soy la misma.
Cada mañana soy una nueva Jeanne.