
Y de repente una mañana te levantas y te encuentras en una bolsa una radiografía de tu cráneo. Lo miras como antes miraste otros muchos pero esta vez algo ha cambiado.
Esta vez la ficha lleva tu nombre y no es un cráneo cualquiera. Es el t-u-y-o.
Y cuando lo miras de frente y él te mira también desde sus cuencas vacías, te das cuenta de que ese montón de huesos encierran tu esencia, tu materia prima, un cascarón que aloja tu cerebro y te hace ser como eres.
De repente cuando levantas la vista empiezas a sentirte diferente, ya no eres el de antes, ahora te has visto desnudo por primera vez. Y así como tu eres tu pelo ya no es precioso, ni largo ni rubio ni tiene las puntas abiertas. Tus pendientes de oro blanco ni siquiera aparecen. Ya no miras a ninguna parte porque tus ojos verdes no llevan calcio y se hacen invisibles a los rayos X.
Una vez que has mirado a tu cráneo desnudo por primera vez sabes que nunca vas a olvidarlo. Poco a poco empiezas a quererlo y a querer cuidarlo....
Por él es yo. Porque yo soy él. Porque uno sin el otro no somos nada.