miércoles, 13 de febrero de 2008

Las amigas de Colette....

Su nombre era Celeste, y en muchas ocasiones había pasado horas y horas en nuestro ático.
Decía que Colette era su tabla de salvación, su único asidero cuando perdía el contacto con la tierra, cuando se secaban sus raíces y el resto de sus anclajes empezaban a fallar...

Me había empezado a acostumbrar a su presencia, a sus maneras de bailarina altiva y prepotente, a su caminar firme y seguro viendo el mundo desde sus tacones, a su timbre de flauta y su tono de voz siempre exagerado, a sus vestidos imposibles, enormemente largos o tan escasos que era fácil confundirlos con el tapizado de la chaise-longue en la que solía pasar casi todas sus horas de vigilia.
Celeste, la gran Celeste, la estrella del Moulin, ni siquiera Colette podía soñar con acercarse minimamente a su nivel.

Sus admiradores se multiplicaban a cada función, su camerino era como un mercado a primera hora de la mañana, mercancías lujosas, perfumes afamados, flores de mil colores y todo rodeado de caballeros perfectamente trajeados, sonrientes y deseosos de recibir, al menos, una mirada lasciva que les hiciera creer que eran los elegidos para ocupar un hueco en el corazón de Celeste.

Pero su corazón no estaba libre, ni para ellos ni para nadie, su corazón estaba ocupado por una dolencia que arrastraba desde su miserable niñez, que limitaba día a día su capacidad, que le provocaba una extraña tos que más de uno había confundido con tuberculosis, que le obligaba a tomar medicación constante para liberar su cuerpo de líquidos, antes que éstos ocuparan habitáculos no destinados para ellos.

Nunca hablaba de ello, pero todos sabíamos que el final no estaría lejos.....

En más de una ocasión he intentado pintarla, reflejar en el lienzo la brisa que Celeste deja a su paso, las vibraciones de su voz en los techos altos, aún horas después de que se haya ido, su dura mirada de mujer que no lo tuvo todo, que ahora lo tiene y que sabe que lo va a perder de nuevo, y esta vez para siempre.

Es esquiva, tiene miedo a verse a través de mis pinceles, a verse apoyada en un caballete que como un espejo puede reflejar lo que siente por dentro, muy adentro, allá donde ninguno ha llegado, allá donde habita la pequeña Celeste, la indefensa, la discreta, la dulce y nada altiva, la atormentada...

Se que es cuestión de tiempo, ha empezado a confiar en mi, en Jeanne, la pintora que vive en una habitación con dos ventanas, desde las que puede verse el patio interior.

Iremos a Morbihan con Colette y Keryann, a nuestro "pequeño mar medicinal", y allí, cualquier día, cuando la belleza del paisaje cale hondo en sus venas, cuando la brisa cargada de litio atraviese su pelo..... allí , la pintaré.....

6 comentarios:

nestor dijo...

Hola Jeanne, como siempre atrapante tus historias..es envidiable el talento que tienes para desarrollar en las palabras el sentimiento que se expresa.
Un abrazo

nestor dijo...

GRACIAS JEANNE POR LA INFORMACIÓN ACERCA DE LA TORRE DE HERCULES. LA ACTUALICE.
UN ABRAZO.

naveganteglenan dijo...

jeanne, si vais al Morbihan no dejeis de navegar a la isla de Arz, a la península de Quiberon, que está a un soplo. Por lo menos a Vannes, si os da miedo el agua...

Carlos dijo...

...esa personalidad intrigante y esquiva de Celeste es cautivadora...

Saludos Jeanne...

Unknown dijo...

Bello relato!!! nos leemos...

Gilbert Fadda dijo...

Tu exquisito relato me ha recordado un episodio de mi adolescencia que a mí me gusta llamar "tratado sobre la confianza". Una gata de campo, que había dado a luz, buscaba comida para poder amamantar a sus crías. Siempre le tiraba comida desde mi terraza, que daba al campo. Se acercaba, sigilosa y furtiva y la comía. Un día bajé y decidí esperarla con comida. A mis silbidos habituales apareció. Parecía una leona en miniatura abriéndose paso entre las hierbas altas. Se fue acercando, cautelosa, pero manteniendo las distancias....Pasaron dos semanas y se iba acercando más cada día. Hasta que un día recogió delicadamente de la palma de mi mano el trozo de jamón y se lo llevó.
Con esto quiero decirte que la confianza es siempre cuestión de tiempo, en esta coyuntura donde las prisas inmisericordes parecen querer gobernarlo todo...Y la belleza y su plasmación en un lienzo sólo sabe de luces, de contrastes y de espacio...el tiempo no pinta nada: es la confianza. Sólo cuando se establece esa conexión es posible intercambiar e interactuar al mismo nivel. Ese es el secreto del equilibrio y de ese secreto beberán los pinceles que saciarán la sed de tus lienzos...Y el talento de "la pintora que vive en una habitación con dos ventanas" cuyos trazos ya se proyectan en mente y espíritu dará la luz y las formas que perpetuarán "el encanto del gesto" de Celeste...

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