martes, 18 de marzo de 2008

Carole y su tienda de perfumes



Me llaman Carole y no se hacer casi nada....


He pasado toda mi vida cobijada a la sombra, primero a la de mi padre y después a la del hombre más interesante que jamás había visto.


Si tenemos en cuenta que por aquel entonces tenía 16 años y que nuestra casa era una gran residencia de campo rodeada por cientos de hectáreas de bosque, es normal pensar que quitando a mis hermanos, mis primos, al viejo sacerdote y al personal de servicio, no conocía a nadie más....


Mi futuro marido, Guy, llegó como caído del cielo en una tarde con mucho viento, en esos momentos en que las hojas se movían nerviosamente como anunciando una gran tormenta.


La tormenta estalló por partida doble, cuando el primer rayo nos dejó sin luz y acto seguido, cuando alguien golpeó la puerta principal de una forma nada adecuada.


Guy
tenía un aspecto elegante y muy cuidado, lo que contrastaba con sus modales más bien asperos. No era alto, pero su cuerpo estaba muy proporcionado y hacia de complemento perfecto para su rostro, increíblemente llamativo.


Entre su aparición por sorpresa en la casa y nuestra boda, no habían pasado más de 4 meses, por lo que fuimos motivo de un escándalo que salpicó enérgicamente a mi familia.


Yo y mi reciente esposo, fuimos invitados formalmente a desplazar nuestra residencia
a la capital, a la gran ciudad, a París, fuera del campo y de las costumbres más tradicionales.


Hoy, han pasado años desde aquella primera tormenta, y mi vida no es ni sombra de lo que era. Guy resultó no ser tan interesante, ni tan especial como me había parecido.


Una vez fuera de la casa familiar en el campo, la vida es París en un pequeño apartamento frío, oscuro y silencioso se hizo poco a poco insoportable.


Pasaba la mayor parte del día sola, sin nada que hacer, tan sólo las labores de la casa ocupaban mi tiempo ( me había negado a utilizar mi dote hasta que no naciera mi primer hijo).


La ausencia eterna de mi marido en la casa no trajo buenas consecuencias, evidentemente tampoco nos trajo un hijo y mi pasión inocente y juvenil se fue apagando como una vela sin mecha.


Hoy, soy libre.

Hoy,
Guy ya no es mi marido ( oficialmente lo es, pero ya vive con otra, otra inocente aun más joven que yo)


Me llaman Carole y no se hacer casi nada..



He decidido trabajar, no tengo habilidades, ni conocimientos particulares, sólo me tengo a mí y a Elégance, mi pequeña tienda de perfumes.

Élégance

14, Boulevard des Capucines.
París

1 comentario:

Anónimo dijo...

Excelente narrativa insisto... de lo de los hormbres, normalmente suelen parecer tremendamente interesantes, hasta el momento en que nos sacan de nuestro mundo y comenzamos, malamente, a depender del suyo...
Un saludo!

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