Nunca llegué a conocer a mi tío Roberto, se fue a vivir a Africa para olvidar un amor no correspondido y convirtió su vida en una aventura de película.
Desde que tuve uso de razón escuché mil historias en la voz de mi abuela, me enseñaba sus cartas escritas en un papel amarillo, las fotografías en las que aparecía junto con miembros de las tribus con las que convivía.
Recuerdo haber entrado a escondidas a su dormitorio para llevarme la caja de los tesoros, recuerdo haberme encerrado en el baño para leerlos ya que mi abuela me las enseñaba pero no me dejaba leerlas, decía que eran privadas aunque se que el motivo era muy distinto.
Yo era una niña con una imaginación desmedida, era capaz de crear un mundo para cada uno de los objetos que habitaban la casa. Un día empecé a escribir la historia del piano del salón, imaginé quien lo fabricó y como llegó a mi casa. Me gustó y seguí con el armario de columnas de mi habitación, más tarde conté la historia de la cama de mi abuela y aquel verano terminé contando la triste historia de la estatua que presidía el centro del jardín.
Por todo ésto, descubrir de repente la correspondencia prohibida del tío Ricardo era para mi como una catarata descomunal de posibilidades de dispersión y aventura. Mi abuela lo sabía y siempre intentó protegerme dándome la información con cuentagotas.
Unos días después de mi cumpleaños número 12 recibimos la noticia de su muerte. Mi abuela se encerró en el invernadero y durante días no habló con nadie.
Al domingo siguiente salió a dar una vuelta en calesa y en honor al difunto mandó convertir los caballos en cebras.
10 comentarios:
Me has dejado con dos intrigas:
1. ¿cómo consiguió convertirlos en cebras?
2. ¿vas a seguir escribiendo sobre tu tío?
Besos, espero otras entregas
son pintados esos caballos???Porque están realmente bien si es así. tuviste un tío realmente aventurero!
Mi espíritu aventurero envidia la experiencia de vida de tu tío y mi espíritu creador envidia tu imaginación prodigiosa (también la de tu abuela).
Un abrazo.
Bonita historia.
Lo que más me ha gustado siempre de las cebras es que tienen ese pelo para confundir a sus depredadores.
Confundir su silueta con la de otras cebras. Esa es la pena, no con el paisaje...
Deliciosa historia, el final, como homenaje es más que perfecto, bravo por la "abuela".
Yo quiero montar en cebra.
Besos.
¡Qué excitante es colarse en los recuerdos y crear historias, imaginarlas!
Nunca se me habría ocurrido escribir la historia del "piano".
Genial, como siempre.
Yo también conoco historias maravillosas de familiares que nunca conocí. Precioso post.
Un beso
Uauuuuuuuuuuuuuuuu, es una historia PRECIOSA!!
Si yo fuese tu abuela hubiese actuado exactamente igual, es que no habría otra opción.
Es de una mezcla de ternura y humor que me ha encantado.
un beso
Chula, la historia que cuentas.
Con palabras se recrean mundos perdidos y se crean otros nuevos.
¡Fascinante historia!
besos
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