
Tener una mascota no es cualquier cosa....y si es perro no digamos.
Pasamos de la nada a ser su referente.
Ellos dejan atrás a sus madres y de golpe se ven envueltos en unos brazos que les dan mimos, en unas manos que les acarician y que les dan de comer, que les enseñan a hacerse pipí en un periódico y a no gritar a las visitas.
Poco a poco se olvidan de olor de su madre, de los latidos de su corazón y del sabor de la leche. Se acostumbran a comer pienso y a beber agua. Aprenden a reconocer su nombre cuando los llamamos y a no hacernos ni caso cuando les pedimos hacer una gracia delante de los amigos.
Y cada día, con el tiempo, con los meses y con los años nos convierten en su eje de rotación. Nos dan fidelidad a cambio de nada y sobre todo....empiezan a imitarnos.
Tengo un vecino de calle que todas la mañanas sale con su perro. Podría ser un señor normal con un perro normal pero no es así. El perro camina como él, despacito, con gran dificultad, los años no perdonan al dueño y su mascota lo sabe.
En los últimos meses el cansancio vital del dueño es enorme, más que caminar parece que atrastra sus zapatillas penosamente por la acera. Su perro da los pasos que le permite su correa, se gira y le mira. Lo hace todo el tiempo. Sabe que las cosas no van bien. Sabe que hasta hace poco los dos caminaban igual de despacio pero ahora el perro no hace más que esperarle.
Ellos dos son mi ejemplo de hasta donde llega la relación entre un humano y su mascota. Me parece tan dulce la forma en que mira a su dueño...
Mi perro estornuda cuando yo lo hago, se que no le apetece y seguro que no tiene mi alergia primaveral, pero que demonios, lo hace para verme sonreír.